El manejo indebido de los residuos generados en las granjas porcinas, ocasionan grandes daños ambientales en el suelo, aire y agua -incluyendo los mantos freáticos-, lo que se traduce también en un gran daño a la salud pública. Por esta y otras razones, es que un alimentación sostenible es mejor para la salud del planeta y de sus habitantes. En el sur de nuestro país se han instalado diversas granjas porcinas, si bien algunas han sido clausuradas debido a protestas de los lugareños otras operan con irregularidades. Mientras exista demanda por la carne de cerdo, se pondrá en riesgo la salud de los mantos freáticos, las milpas, cenotes y ojos de agua, e incluso de la fauna silvestre de la región. Es por eso que las dietas basadas en alimentos sostenibles son más saludables para el planeta y sus habitantes.
La industria porcina genera desechos conformados principalmente por estiércol y orina, mismos que son una fuente favorable para el desarrollo de microorganismos altamente patógenos, además de permitir la liberación de altas concentraciones de amoniaco y otros malos olores1. Las tasas de excreción de heces y de orina están determinadas por múltiples factores como: la edad del cerdo, madurez fisiológica, cantidad y calidad del alimento de ingesta, volumen de agua consumida, clima, entre otros1. Por lo que es necesario, que las granjas porcinas consideren dichos factores en su planeación de desarrollo, con la finalidad de gestionar la atenuación de los efectos nocivos sobre el medioambiente. Entre tales consideraciones para la correcta eliminación y manejo de excretas sólidas y líquidas figuran: equipo, instalaciones, mano de obra y uso posterior de los subproductos.
El manejo indebido de los residuos sólidos y líquidos de las granjas porcinas ocasionan grandes daños ambientales incluyendo afectaciones en el suelo, aire y agua -incluso en los mantos freáticos-, lo que a su vez desemboca en daños a la salud pública1. De no ser debidamente tratados los desechos, se desarrolla un potencial foco de infección, particularmente en, pero no limitado, a las zonas aledañas al sitio de descarga de aguas residuales y desechos sólidos de la granja porcina2. De hecho, las emisiones de amoniaco y de ácido sulfhídrico pueden elevarse a niveles alarmantes, particularmente en época de verano. Los efectos nocivos de los contaminantes son mayores cuanto más grande es la extensión y el tamaño de las granjas porcinas3; siendo predominantemente afectadas las comunidades rurales localizadas a menos de dos kilómetros de las instalaciones, ya que la exposición a amoniaco es hasta 40 veces más que el promedio en el ambiente.
Entre los malestares documentados se encuentran la irritación de ojos, nariz y garganta, dolor de cabeza, náuseas, diarrea, tos, opresión en el pecho, palpitaciones, falta de aliento, estrés, somnolencia, ansiedad e inclusive depresión. Algunas otras implicaciones para la salud humana incluyen3:
Para el debido tratamiento de los residuos sólidos, se estipula la creación de lagunas de tratamiento anaeróbico biodigestor para el almacenamiento y la biodegradación de las excretas1. La deposición debe ser en excavación profunda en tierra, sellada para evitar filtraciones al agua subterránea, y donde se permite colectar los desechos y la descomposición anaeróbica por acción bacteriana. Es prioritario proteger las aguas superficiales en el diseño del sistema de lagunas anaeróbicas de acuerdo con la cantidad de cerdos con los que cuenta la granja. El efluente del sistema de lagunas se emplea como fertilizante de tierra, así como para el reciclado y la recarga del sistema de fosas1. Parte de la contaminación involucra igualmente el desperdicio de energía y nutrientes debido a fallas en el diseño de explotación de los mismos2.
En nuestro país, en el estado de Yucatán se han instalado diversas granjas porcinas a lo largo de su territorio, si bien algunas han sido clausuradas debido a protestas de los lugareños otras operan con irregularidades. Lo cierto es que mientras exista demanda por la carne de cerdo, se pondrá en riesgo la salud de los mantos freáticos, las milpas, cenotes y ojos de agua, e incluso de la fauna silvestre de la región. Es por eso que las dietas basadas en alimentos sostenibles son más saludables para el planeta y sus habitantes.