Existe suficiente evidencia en estudios recientes donde se establece la gran contribución que tiene la agricultura animal en la emisión de partículas finas (PM), y su impacto en la salud pública que puede resultar de dichas emisiones por parte de la ganadería1. A pesar de la gran contribución de la ganadería a la contaminación ambiental, en particular a la contaminación del aire, los riesgos potenciales a la salud respiratoria han sido escasamente estudiados. Una revisión de estudios clínicos demuestra que los trabajadores de las granjas y los habitantes de las zonas aledañas pueden presentar una disminución en su función pulmonar, bronquitis, asma ocupacional, síndrome tóxico por polvo orgánico, irritaciones de las mucosas y del tracto respiratorio, irritaciones oculares, náuseas, mareos, dolores de cabeza e incluso la muerte, debido al amoniaco, las endotoxinas, las PM y al ácido sulfhídrico presentes en al aire y emitidos por la crianza de animales1,4.
El aire dentro de las granjas contiene altos niveles de polvo de materia orgánica, el cual está asociado con efectos adversos a la salud de las vías respiratorias, particularmente entre individuos con mayor exposición. La industria ganadera es también responsable de la emisión de contaminantes a la atmósfera, consistiendo principalmente de amoniaco (NH3) y ácido sulfhídrico (H2S), así como también de PM contaminadas de microorganismos y toxinas como las endotoxinas. El amoniaco es un gas irritante que se forma como resultado de las enzimas en los desechos animales, y por ello se utiliza como un marcador de emisiones en las granjas ganaderas. Además, se trata de un precursor de los gases inorgánicos secundarios de aerosol que altamente contribuyen a las concentraciones atmosféricas de PM, siendo éstas últimas de particular interés puesto que pueden ser transportadas en grandes distancias1.
Otro de los gases producidos por la industria de la ganadería es el dióxido de carbono (CO2), el cual posee una alta relevancia de forma directa en el calentamiento global debido a su alta concentración y emisión en grandes cantidades en comparación a otros gases2. El metano (CH4) le sigue en importancia como el segundo contribuyente en el efecto invernadero, ya que una vez emitido puede permanecer de 9 a 15 años en la atmósfera. Además, el metano es 25 veces más efectivo en retener el calor en la atmósfera que el CO2 en un periodo de 100 años. Como se describe en las gráficas, cada gas de efecto invernadero posee un potencial de calentamiento global y es emitido por la actividad humana en diferentes porcentajes. Aquí se estima que más de la mitad del flujo actual de metano a la atmósfera es debido a la actividad humana, con una media de 320 millones de toneladas de CH4 por año. El óxido nitroso (N2O) es otro gas de efecto invernadero con un potencial directo importante de calentamiento, ya que es 300 veces más efectivo en retener el calor que el CO2, y tiene una larga vida atmosférica de 114 años2.
La actividad ganadera es responsable de la emisión de grandes cantidades de los gases anteriormente mencionados. Las emisiones directas vienen de los procesos respiratorios de todos los animales en la forma de CO2. Los rumiantes, y en una pequeña proporción los animales monogástricos, emiten metano como consecuencia de sus procesos digestivos, los cuales involucran microorganismos que fermentan los alimentos fibrosos. El estiércol también emite gases como el metano, óxido nitroso, amoniaco y dióxido de carbono, dependiendo de la manera en la que son producidos (sólido, líquido), y de su manejo (recolección, almacenamiento y distribución)2. Es por eso que la crianza excesiva e innecesaria de vacas (ganadería) es el principal responsable de la emisión de gas metano a la atmósfera.
De manera simultánea, la ganadería afecta también el balance de carbono en la tierra utilizada para pastar o para el cultivo, lo cual indirectamente contribuye a la emisión de grandes cantidades de carbono a la atmósfera. Además, gases de efecto invernadero son emitidos por consecuencia de los combustibles fósiles empleados en los procesos de producción, desde la producción del alimento hasta el marketing de los productos de origen animal. No obstante, es difícil estimar los efectos indirectos, ya que las emisiones relacionadas con el uso de la tierra varían ampliamente, dependiendo de factores biofísicos como el suelo, la vegetación, el clima y las prácticas humanas2.
En resumen, las actividades relacionadas con la ganadería son responsables de un 18% del total de gases de efecto invernadero producidos por los cinco sectores más grandes de la actividad humana: energía, industria, desecho, uso de tierra, cambio de uso de suelo y silvicultura, y la agricultura. Considerando exclusivamente a los últimos dos sectores, la ganadería contribuye en más de un 50%, mientras que considerando solamente a la agricultura es responsable en cerca de un 80% de todas las emisiones. Por último, unos datos estadísticos, la ganadería representa del total global de emisiones generadas por el humano2: