Hace unos días se publicó en la página web de la BBC un artículo llamado Consumo de carne: ¿es natural que los humanos la incluyamos en nuestra dieta?, que habla sobre el consumo de carne y cómo una alimentación que no la incluye es “antinatural”. Este artículo fue escrito por un catedrático de Paleontología de la Universidad de Málaga y expone cuestiones evolutivas del ser humano y nutrimentos indispensables que solo se encuentran en alimentos de origen animal. Pero, ¿qué tan actualizada es esta información y qué nos dice realmente la ciencia sobre las dietas basadas en plantas?
Antes que nada, es importante explicar que lo que critica este artículo es una dieta vegetariana. Una dieta vegetariana es una alimentación exclusivamente basada en plantas, aunque no necesariamente implica la inclusión de alimentos saludables o un buen equilibrio de nutrimentos. Es por ello que en Come Con Ciencia promovemos una alimentación basada en plantas saludable, donde más que una dieta es un estilo de vida en el que la mayoría de nuestros alimentos son enteros, de origen vegetal y en una correcta proporción para asegurar una mejor nutrición. Ya habiendo aclarado esto, empecemos por los argumentos que expone este artículo de la BBC para decir que una alimentación que excluye alimentos de origen animal, no es saludable.
Uno de los puntos principales que escribe el autor en este artículo es la evolución que ha tenido el ser humano a lo largo de los años, pero este artículo expone solo la opinión del autor, ya que no está citado por evidencia científica. Además, el hecho de que nuestros antepasados hayan consumido carne hace muchos años, no es un argumento para establecer si deberíamos seguirlo haciendo o no, pues el hecho de que hayamos hecho muchas cosas para sobrevivir, no necesariamente significa que es lo mejor para nuestra salud actualmente. Lo importante es ver el resultado de diversos estudios científicos con buena metodología sobre la relación que tiene el consumo de ciertos alimentos con nuestra salud y el desarrollo de enfermedades.
Uno de los primeros argumentos que se hace en este artículo es que nuestro colon es más corto que el de otros animales como chimpancés y, por ello, se nos dificulta la absorción de alimentos vegetales ricos en fibra. El intestino delgado mide alrededor de 3 a 5 metros de largo[1] y el colon 150 cm, aproximadamente[2]. El problema con este punto es que compararnos con otros animales para determinar nuestro tipo de alimentación no es tan preciso, ya que no somos la misma especie ni vivimos como estos animales[3].
Sobre la fibra, hay mucha evidencia científica que relaciona el alto consumo de este componente con un menor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como enfermedades del corazón, diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer. De hecho, la Academia de Nutrición y Dietética de Estados Unidos (una de las organizaciones de nutrición más importantes a nivel mundial) sugiere que se promueva el aumento de fibra a través del consumo de alimentos de origen vegetal como leguminosas (frijoles, habas, garbanzos, lentejas, etc.), cereales integrales (granos enteros), verduras, frutas y nueces[4].
A la fecha no ha sido establecido un límite máximo de consumo de fibra, ya que no se ha demostrado que una ingestión específica de fibra tenga efectos adversos a la salud. Lo que puede suceder con un elevado consumo de fibra es que se presenten más flatulencias, diarrea e inflamación, pero esto suele disminuir conforme el sistema digestivo se va acostumbrando a esas grandes cantidades de fibra2.
Otro argumento de este artículo es que los alimentos de origen animal nos dan acceso a aminoácidos esenciales. Los aminoácidos son los componentes que forman proteínas que son indispensables para que nuestro organismo funcione de forma adecuada. Existen 20 aminoácidos en total y de ellos solo 9 son esenciales; esto quiere decir que nuestro cuerpo es capaz de sintetizar 11 de estos 20 aminoácidos y los otros 9 sí es necesario consumirlos a través de nuestros alimentos[5]. La taurina, uno de estos aminoácidos, no es parte de estos 9 aminoácidos esenciales, porque los seres humanos somos capaces de producirlo y no necesitamos obtenerlo a través de la comida[6].
No, ya que los alimentos vegetales también contienen los 9 aminoácidos esenciales que necesitamos[7]. Otro ejemplo son los ácidos grasos omega-3, que son un tipo de grasa esencial que necesitamos consumir a través de nuestra comida, porque nuestro cuerpo no es capaz de producirla por sí solo. El DHA y el EPA son un tipo de ácidos grasos omega-3 que nuestro cuerpo utiliza como componentes importantes del cerebro y otras partes de nuestro cuerpo. Es cierto que el EPA y DHA específicamente no se encuentran de esta forma en los alimentos de origen vegetal como linaza, chía, nueces, entre otros. Pero lo que sí encontramos en estos alimentos vegetales es omega-3 en otra forma llamada ALA, que somos capaces de convertir en EPA y DHA[8]. Por lo tanto decir que estos ácidos grasos omega-3 solo se encuentran en tejidos animales es una verdad a medias.
Las recomendaciones dietéticas de hierro, según los Institutos Nacionales de Salud (National Institutes of Health), establecen que los hombres consuman alrededor de 16-18 mg de hierro y las mujeres entre 12 y 13.5 mg diariamente. Aunque existe una creencia de que las personas que no consumen alimentos de origen animal pueden llegar a tener una mayor deficiencia de hierro que aquellas que sí consumen este tipo de alimentos, esto no se ha comprobado[9]. Es verdad que el hierro encontrado en las plantas (llamado no-hemo) no es tan absorbible como el hierro encontrado en los alimentos de origen animal (hemo). Sin embargo, se ha visto que esto, más que perjudicarnos, puede tener efectos positivos a la salud. Un menor consumo de hierro tipo hemo puede disminuir el riesgo de desarrollar síndrome metabólico[10]. El síndrome metabólico es un conjunto de factores de riesgo que elevan el riesgo de desarrollar enfermedades del corazón, diabetes y enfermedades cerebrovasculares.
La alimentación es un factor importante en la determinación de nuestra longevidad. Un aumento en la calidad de nuestros alimentos está asociado con una mayor esperanza de vida[11]. De hecho, existen las zonas llamadas “zonas azules”, las cuales se consideran las regiones en el mundo donde viven las personas más longevas. Muchos expertos intentan determinar qué es lo que están haciendo estas poblaciones para tener personas de más de 100 años de edad, a diferencia de otras partes del mundo donde la esperanza de vida es menor[12]. Lo que suelen tener en común este tipo de poblaciones más longevas es que llevan una alimentación similar a la dieta Mediterránea[13] —de hecho, este artículo de la BBC finaliza explicando un poco los beneficios de esta dieta y diciendo que una alimentación exclusivamente basada en plantas no es una buena alternativa a la dieta mediterránea—.
Un tipo de alimentación donde se promueve principalmente el consumo de alimentos de origen vegetal como verduras, frutas, nueces, leguminosas, granos o cereales integrales, aceite de oliva, vino y pequeñas cantidades de pescado, lácteos bajos en grasa, huevo y carnes magras (bajas en grasa)[14]. Los principales beneficios que se observan de este tipo de alimentación son por la gran cantidad de plantas que se incluyen, no por los alimentos de origen animal, por lo que no es muy diferente a una alimentación basada en plantas[15].
En conclusión, la información en la que se basa este artículo de la BBC es inconclusa e imparcial, además de que carece de bases científicas para validar la información, pues solo expone la opinión del redactor. Es importante saber de dónde se obtiene la información expuesta, ya que en ocasiones se dicen verdades a medias y confunden a los lectores con falsa información.