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¿Comer carne y el mito de la virilidad?

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Pareciera que existe una distinción de género en el interés de adoptar una alimentación sostenible basada en plantas, ya que por lo general las mujeres suelen tener más dudas sobre qué tan saludable es su dieta, mientras que los hombres se interesan más por la fuente de su proteína. Podría decirse entonces que los hombres están socialmente más acostumbrados a ver la carne como una parte esencial de su dieta ¿Y a qué se debe esto? ¿Una necesidad biológica o un producto del marketing creado por la industria de la carne?

  • La ingesta alta de lácteos y productos cárnicos podría estar relacionada con un mayor riesgo de desarrollar cáncer de próstata.
  • Las dietas centradas en alimentos vegetales pueden hacer que la parte más viril de un hombre opere incluso mejor que con las dietas centradas en proteína animal.
  • La soya no incrementa los niveles de estrógeno, pero el estrógeno que se encuentra artificialmente en productos animales como el pollo, los huevos y los lácteos sí que lo pueden hacer.

El Profesor de biología aplicada, Rob Dunn, ha abordado el mito de que los hombres necesitan carne para ser fuertes y varoniles. A través de un documental, disponible en la plataforma de Netflix, se profundiza en los orígenes de la falsa dependencia masculina a la carne, así como también se provee evidencia científica que desmiente el mito de que la carne vuelve viriles a los hombres. En dicho documental, The Game Changers, se aborda la forma en que se ve a la comida en los Estados Unidos. Es decir, la comida se vuelve un producto del marketing. Y su mensaje es fuerte, claro y falso: los hombres necesitan comer carne para ser fuertes, masculinos, e inclusive para ser hombres.

La industria de la carne paga grandes cantidades de dinero a atletas de alto rendimiento para posicionar sus productos en la mente de sus consumidores masculinos.

Pero hoy día los atletas cuentan una historia diferente. Por ejemplo, el físicoculturista más renombrado y exitoso del mundo, Arnold Schwartzenegger, ha declarado: “es genial, gran marketing por parte de la industria de la carne. Vender la idea que los hombres de verdad comen carne. Pero tienes que entender que este es solamente marketing. Eso no se basa en la realidad”. Arnold Schwartzenegger se ha unido a la lista de atletas de alto rendimiento que han dejado de comer carne y sigue una dieta centrada principalmente en alimentos vegetales, otros son Lewis Hamilton, Novak Djokovic, Chris Pau, Patrik Baboumian, Rip Esselstyn, Kendrick Farris, Bryant Jennings, Scott Jurek, Derrick Morgan, Griff Whalen, y más.

Durante varias generaciones, el marketing se ha encargado de convencer a los hombres de que la carne no solamente se trata de un producto a vender, sino también es un elemento central de lo que significa ser un hombre. Al punto en que las personas creen que los hombres están biológicamente predispuestos a comer, disfrutar y necesitar carne porque son omnívoros. Si ello fuera cierto, ¿no serían mujeres y hombres igualmente dependientes a la carne? La evidencia científica sugiere que los humanos no evolucionamos para ser verdaderos omnívoros1. Mientras que los dientes caninos de los humanos comúnmente se perciben como un símbolo de conexión evolutiva de nuestros ancestros para comer carne, nuestras bocas cuentan una historia diferente. Los carnívoros reales, como los leones, poseen unos caninos muy filosos acompañados de quijadas que se mueven arriba y abajo, lo que en conjunto está diseñado para rasgar la carne2. Por otro lado, las bocas humanas poseen dientes sin filo, planos, con quijada que se mueve arriba, abajo y de lado a lado, todos diseñados para moler frutas y verduras, no para desgarrar carne2. Los dientes afilados suelen ser ornamentales como se evidenció con uno de nuestros familiares biológicos más cercanos, el gorila, el cual es herbívoro. Los machos poseen dos caninos largos y filosos que son usados únicamente para intimidar a otros gorilas machos.

Otro mito común alrededor de la dependencia masculina a la carne es que la soya incrementa los niveles de estrógeno, y que por lo tanto la soya disminuye la masculinidad. Lo cierto es que la soya tiene fitoestrógenos, los cuales son compuestos que se lucen bioquímicamente como estrógeno para el cuerpo. Sin embargo, los fitoestrógenos tienen el efecto opuesto al estrógeno al bloquear la unión del estrógeno con su receptor3-6. La soya no incrementa los niveles de estrógeno, pero el estrógeno que se encuentra artificialmente en productos animales como el pollo, los huevos y los lácteos sí que lo pueden hacer, generando graves problemas a nuestra salud, como el desarrollo de diversos tipos de cáncer. La guerra sucia contra la soya y su consumo humano, es también producto de la industria de la carne que busca desestimar su consumo, pero al mismo tiempo alimenta a sus animales con ella.

La opinión popular de que la carne te vuelve varonil, de hecho tiene el efecto opuesto en la «virilidad» de un hombre. Una forma de comprender la virilidad de los hombres es con la frecuencia de las erecciones y su dureza. De acuerdo con una demostración experimental, las dietas basadas en alimentos vegetales generan que el plasma sanguíneo sea menos espeso, lo que en consecuencia incrementa el flujo sanguíneo, lo que por último incrementa la frecuencia y la dureza de las erecciones en los hombres7. Lo has escuchado bien. Las dietas centradas en alimentos vegetales (frutas, verduras y legumbres) pueden hacer que la parte más viril de un hombre opere incluso mejor que con las dietas centradas en proteína animal.

Así que sin importar si eres un atleta masculino intentando mejorar su jugada, o un hombre común, hay una respuesta universal: descifra al marketing y abandona la carne. Todos los alimentos vegetales pueden ofrecerte protección contra enfermedades crónicas, y puedes encontrar en ellos vitaminas, minerales, proteína, fibra y fitoquímicos. Así que no te preocupes, consume tus vegetales, tantos y en la variedad que puedas para obtener todos los beneficios para tu salud.

Una alimentación sostenible basada en vegetales (granos enteros, semillas, frutas y verduras), nos permite disminuir el riesgo de desarrollar diferentes tipos de cáncer, entre ellos, el cáncer de próstata.

Fuente Original

Referencias Bibliográficas

  1. Dunn, R. (2012). Human Ancestors Were Nearly All Vegetarians. Recuperado de la página el día 13 de noviembre de 2020: https://blogs.scientificamerican.com/guest-blog/human-ancestors-were-nearly-all-vegetarians/ 
  2. Will, Manuel & Pablos, Adrián & Stock, Jay. (2016). The evolution of body size within the genus Homo : new empirical data and theoretical perspectives. 249. 
  3. Daxenberger A, Ibarreta D, Meyer HH. Possible health impact of animal oestrogens in food. Hum Reprod Update. 2001 May-Jun;7(3):340-55. doi: 10.1093/humupd/7.3.340. PMID: 11392381.
  4. Carruba G, Granata OM, Pala V, Campisi I, Agostara B, Cusimano R, Ravazzolo B, Traina A. A traditional Mediterranean diet decreases endogenous estrogens in healthy postmenopausal women. Nutr Cancer. 2006;56(2):253-9. doi: 10.1207/s15327914nc5602_18. PMID: 17474873. 
  5. Maruyama K, Oshima T, Ohyama K. Exposure to exogenous estrogen through intake of commercial milk produced from pregnant cows. Pediatr Int. 2010 Feb;52(1):33-8. doi: 10.1111/j.1442-200X.2009.02890.x. Epub 2009 May 22. PMID: 19496976.
  6. Carlsen, M.H., Halvorsen, B.L., Holte, K. et al. The total antioxidant content of more than 3100 foods, beverages, spices, herbs and supplements used worldwide. Nutr J 9, 3 (2010). https://doi.org/10.1186/1475-2891-9-3
  7. Chinedum, E., Nwite O., Kate E., Winner, K. (2017). The role of dietary polyphenols in the management of erectile dysfunction–Mechanisms of action. https://doi.org/10.1016/j.biopha.2017.01.125
Gemma Parra
Gemma Parra
Gemma es Editora de Come Con Ciencia. Ha participado, desde hace 6 años, en otras ONGs realizando actividades similares. Actualmente es estudiante del Doctorado en Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Guanajuato, egresada del Tec de Monterrey de la carrera de Ingeniería Biomédica.