La crisis de salud provocada por el incremento de sobrepeso y obesidad, aunado a la inseguridad alimentaria que enfrentan los hogares mexicanos, hace urgente el rediseño de una política alimentaría que garantice una nutrición suficiente y de calidad, el acceso al agua y sistemas agroalimentarios sustentables.
La pobreza alimentaria es la incapacidad para obtener una canasta básica de alimentos, aun si se hiciera uso de todo el ingreso disponible en el hogar. En países como el nuestro, es preocupante que el 30% de las calorías que consume la población provienen de alimentos ultraprocesados, pues especialistas y activistas señalan que estos alimentos favorecen el desarrollo de enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y males cardiovasculares. La pobreza en México aumentó más del 5%, según datos que publicó el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en la primera quincena de septiembre. De acuerdo al consejo, la línea de pobreza extrema por ingresos (sector urbano) incrementó 7.4% y la línea de pobreza extrema por ingresos (sector rural) incrementó un 7.7% respecto al año que pasó. Debido a esto 6 de cada 10 hogares en México vive una inseguridad alimentaria y una crisis de salud. En la reciente Cumbre de los Sistemas Alimentarios de la ONU, los integrantes de la colaboración intersecretarial en México GISAMAC, exhortaron a las autoridades gubernamentales que participan a promover una regulación global que permita poner los derechos humanos y el interés público por encima de los intereses económicos y Corporativos. En México, urge el rediseño de una política alimentaria que garantice una nutrición suficiente y de calidad.